Bill Pallot era un apasionado por las sillas francesas del siglo XVIII, fanatismo que convirtió en una lucrativa carrera como consultor de museos, galerías, coleccionistas y el propio Palacio de Versalles.
Así, se fue convirtiendo en una personalidad de la sociedad parisina y en una celebridad del mundo del arte, hasta que fue desbancado por un exalumno que se había obsesionado tanto con las antigüedades que hasta podía literalmente “oler” una falsificación..